Tenía una pizzería en pleno corazón de Frankfurt, Alemania, era inicios de la década del noventa. Luego alzó vuelo a Sudamérica, primero como turista y en 1998 decidió afincarse en Arequipa. Lo atrapó la ciudad y su arquitectura, tan similar a la de Turquía, su país natal. “Si pongo un negocio lo haré acá”, se decía para sus adentros”. Ibrahim Veyssal nació en Ankara, la capital turca, hace 42 años . Nunca se quedó quieto. Fue un trotamundos. Antes de establecer su primer negocio en Alemania, vivió como mercader, eso lo obligaba a viajar por varios países del Viejo Mundo. Residió en Rusia por siete años. “Siempre es difícil recordar lo que uno deja atrás”, dice Ibrahim, en un español todavía difuminado por su idioma nativo. Para sortear las trampas de la nostalgia, suele aproximarse a la ventana de su casa en Vallecito y mirar la calle: casonas coloniales de sillar, algunas con palmeras en los patios, techos abovedados con ventanas de dos puertas, un cielo límpido, la misma silueta nostálgica de Turquía. “Se parecen mucho, por eso me siento en casa, me gusta Arequipa” , reflexiona sentado en un sillón de su restaurante Paladar 1900, ubicado en el Centro Histórico. En setiembre cumplirá 15 años de residencia mistiana. Cuando llegó, cuenta, puso su puesto de döner kebab en la calle San Francisco, una sanguchería a lo turco. Los sánguches impactaron y se hizo popular. Lo llamaban “El Turko”.